Esa lata azul, que la abrías, y dentro encontrabas el paraíso...
Pues bien amigos, he dado con la receta exacta (lo más exacto posible, creo yo) para conseguirlas haciéndolas en casa... Encontré esta receta aquí, y sin mucha confianza en un principio, probé a hacerlas. Y están taaaaaaaaaan ricas, que no duran más de un día (comprobado empíricamente). Tal vez no sean exactas a estas, sobre todo en la forma, pero al comerlas, inevitablemente, recordarás todas aquellas veces que las comías cuando eras pequeño. No es la magdalena de Proust, pero casi.
Ingredientes:
- 225 gr. de mantequilla a temperatura ambiente. (Cuanto más "ambiente", mejor)
- 200 gr. de azúcar
- 1 huevo
- 375 gr. de harina
- 1 cucharadita de esencia de vainilla
- 1 cucharada de zumo de limón
- Media cucharadita de sal
- Azúcar para espolvorear
Con estas cantidades salen unas 50-60 galletas, porque mis cortadores son pequeños, pero con unos más grandes saldrán unas 30-40 galletas.
¿Cómo se hace?
Primero, poner a precalentar el horno a 190-200ºC.
Mezclar con las varillas la mantequilla con el azúcar hasta que consigamos una masa uniforme (todo a mano eh, que somos pobres y no tenemos batidora, que así hacemos ejercicio).
Seguidamente, añadir el huevo, la esencia de vainilla, la sal y el limón. Mezclar hasta que tenga una consistencia homogénea (que no haya grumos, vamos).
Por último, incorporar la harina y mezclar con una cuchara hasta que esté todo integrado. En la parte final habrá que meter las manos porque se hace difícil manejar la masa con una cuchara.
Envolver en papel film y dejar reposar una hora (mínimo) en la nevera.
Tras el enfriado, extender sobre la mesa y cortar con ayuda de cortadores de galletas (o con un vaso, si se tercia). Colocar en la bandeja del horno, sobre papel de hornear y espolvorear azúcar por encima. Poner al horno, a 180º unos 10 minutos por bandeja, pero hay que estar al ladito del horno porque de un segundo al otro se tuestan demasiado. El truco para que estén perfectas es sacarlas cuando se ha dorado ligeramente el borde.
Dejar enfriar en una rejilla.
Y este es el resultado:
Si las ponéis en una lata y se las regaláis a alguien... ¡¡Quedaréis de lujo!!